miércoles, 1 de enero de 2014

Más sobre la Universidad ecuatoriana

En el ampuloso escenario nacional que ocupa estos días la Senescyt (René Ramírez) y el Ceaaces (Francisco Cadena) y, al término del arduo trabajo de evaluación y categorización, se ha hecho pública la ubicación asignada a cada universidad, como si se tratara del cuadro final de un concurso al que han sido sometidas las instituciones educativas de nivel superior en el conocimiento y enseñanza de profesiones.

Estas ya tienen orientación desde el poder político, lo que en otras épocas provenía de la llamada "vocación". En paralelo, la Asamblea Nacional, iluminada por la mayoría que ocupa las curules de Alianza País -sin que analicemos la titulación universitaria que esos representantes poseen o no- se apresuró a aprobar la creación de cuatro universidades. Estas flamantes instituciones son: 1.- Tecnológica Experimental Yachay, con sede a construirse en Urcuquí-Imbabura, inspirada en la Ciudad del Conocimiento de Corea del Sur; ya comenzó algún edificio y hay problemas de expropiación de haciendas particulares. 2.- Universidad Nacional de Educación en Cañar. 3.- Universidad de las Artes en Guayaquil. 4.-Universidad Amazónica en Tena.

Los principios, casi centenarios, de la autonomía administrativa y la libertad de cátedra que ya comenzaron a lesionarse el 2009 a través del Consejo de Evaluación -Conea- de esa época, han sido arrinconados en las universidades públicas y también alcanzará a las privadas.

El superponer los cuatro centros superiores creados con evidente sello gubernamental, nos permite visualizar un inmediato futuro de absorción política que eliminará corrientes contrarias, lo cual demolerá al pluralismo que alimenta la democracia. Las universidades clásicas y centenarias como la Central, la de Guayaquil, de Cuenca y de Loja, que poseen campus para docenas de facultades y múltiples carreras, que a lo largo de muchos años dieron al país productos profesionales óptimos, junto a otros mediocres en estas últimas décadas, sentirán ese impacto. ¿Qué pasará con ese capital humano docente, con su infraestructura física, laboratorios y equipos, muchos reemplazados con los avances tecnológicos? ¿Habrá suficiente dotación de fondos que garanticen la gratuidad total de la enseñanza superior? En el recorrido de esta época reformista ya advertimos el desplazamiento de docentes de 70 años de edad, sin considerar su aportación o también su caída en la mediocridad. Como no se ha previsto reemplazar con nuevos profesores, porque esa tarea prioritaria no estuvo prevista por el Senescyt en estos cuatro años que se aplicó el plan de evaluación y categorización, se está cubriendo ese vacío con docentes importados de España, en mayor porcentaje, otros de Cuba y hasta de Venezuela.

Un último elemento de análisis proviene de la interrogante: ¿tendrán los titulados, los de maestría, los de especialización, plazas de trabajo en la burocracia estatal o en la empresa privada? O, ¿será una decepción para nuestras juventudes?

Marcelo Ortíz Villacís

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