martes, 18 de junio de 2013

¿Deserción o exclusión?

No estoy orgulloso del joven que fui: mi ingreso a la Universidad de Costa Rica estuvo marcado por cuotas idénticas de ignorancia y apatía, era el típico adolescente que ni siquiera llegaba a entender el valor de la oportunidad que me había llegado caída del cielo, sin mayor esfuerzo o compromiso de mi parte. Recuerdo cuando una profesora de “Introducción al Derecho” intentó llamar nuestra atención diciéndonos que debíamos apreciar nuestro espacio en cada uno de esos pupitres pues muchos otros se los desearían. Recuerdo (también) que no me importó gran cosa.

Eventualmente, gracias al trabajo comunal universitario y a los consultorios jurídicos, tuve un contacto directo con realidades que iban más allá del último iPod y que me llevaron a recordar que entré al cole con 500 estudiantes pero solo me gradué con poco más de 100. ¿Qué habría pasado con todos esos muchachos? ¿Qué oportunidades les habría ofrecido la vida?

Empecé, poco a poco, a revalorar la importancia de la educación y a apreciar la oportunidad que tuve de ser autodidacta gracias a la web. En efecto, el colegio no me había ofrecido la mejor experiencia académica, pero gracias a los recursos de mis padres, yo mismo pude facilitarme esa educación subversiva de la que habla el ministro Garnier. ¿Cuántos de aquellos compañeros que ingresaron conmigo al Clodomiro Picado en Turrialba habrán tenido esa oportunidad? Pocos.

A menudo olvidamos que estudiar no es tarea igual de fácil para todos y que, en el fondo, este no es un tema de deserción, sino de exclusión.

Recientemente, una investigación liderada por el periodista Alejandro Fernández y publicada en La Nación nos recordó, con la frialdad numérica del caso, cómo la brecha económica nos consume y nos condiciona: un estudiante que proviene de un colegio privado tiene el doble de probabilidades de ingresar a la UCR que uno graduado de un centro público. Mientras tanto, el politólogo Jaime Daremblum nos compartía semanas atrás datos de la Unesco que desnudan otra triste realidad: nuestro gasto público per cápita en primaria y secundaria disminuyó más de un tercio entre 1999 y el 2010... Para terminar de redondear un inevitable mal sabor de boca, rescato una cifra más, esta vez del MEP y fechada en el 2010: el 45% de los jóvenes de 17 años están fuera del sistema educativo.

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