viernes, 24 de mayo de 2013

Egresados desempleados, la urgente demanda

La reforma educativa va, y como decía el rescatado del olvido Carlos Salinas de Gortari, y va bien. Ya le pegaron al sindicato dejándolo tan mansito como siempre fueron los sindicatos blancos a la mexicana, ya se anunció (y esperamos que no se echen para atrás) con que se acabaron las negociaciones salariales sección por sección, y que sólo habría un único proceso de revisión contractual entre el sindicato y el gobierno de la República, quitándole a los estados un enorme peso económico y una desgastate presión política de encima; también se dijo ya que habrá una reforma integral de la educación normal, y bueno, esperemos que no se cansen tan pronto y a la vuelta de la esquina estemos viendo que le meten mano firme a la educación superior, que si por ser el último eslabón del sistema educativo, es el que tiene que entregar cuentas finales a la sociedad, cuentas que vale decir, dejan mucho que desear.

La esperanza muere al último, dice la sabiduría popular, y así como cada día que amanece podría iniciarse el cambio que la sociedad mexicana anhela, añora y exige, pero que no se anima a emprender, así cada nivel educativo, cada grado y cada salón de clase es una oportunidad de corregir, de comenzar a corregir todo lo que ha quedado pendiente a lo largo de los ciclos ya transcurridos, y sobre los que ni llorar es bueno.

Hasta aquí todo muy esperanzador y hasta lógico, nada más que la educación superior es la última de estas oportunidades de transformar las prácticas, crear actitudes, eliminar los vicios, y aprender lo que quedó en el tintero todos los años precedentes, oportunidad que en la enorme mayoría de los casos, es desperdiciada lastimosamente, porque en efecto, ¿quién va a querer enseñar a leer, a entender, a escribir, aritmética y además una carrera profesional a los que desperdiciaron toda su vida escolar anterior?

Las universidades públicas se han ido por el lado de la certificación para demostrar que son buenas, como si una certificación pudiera interpretarse como una garantía de que un médico cura, que un contador suma correctamente o que a un ingeniero no se le cae lo que construye, por su parte las privadas a lo que le han entrado es a la mercadotécnica a través de alianzas por todo el mundo, como si una educación supuestamente bicultural o una doble titulación suplieran conocimientos, habilidades y actitudes mínimos.

A nadie vemos que se ocupe en garantizar un empleo digno, satisfactorio y adecuadamente remunerado a sus egresados, y a la sociedad, que quien tiene esos empleos será una parte irreprochable y una aportación productiva. Lo que importa en educación superior, por sí misma y como eslabón final del proceso de educación escolarizada, es el resultado, y allí seguimos fallando, ya veremos si la reforma que se plantee desde las alturas del revivido poder priísta va en sinfonía con esta idea.

Por todo el mundo existe en el momento actual preocupación por elevar el grado general de educación de la población, se considera una condición si en qua non que para llegar a ser y para mantenerse competitivo en la economía globalizada es indispensable que una mayor proporción de los adultos dispongan de títulos universitarios.

En esto coinciden los discursos de los líderes políticos, de las cabezas de las organizaciones civiles y por supuesto, los jerarcas de las instituciones educativas, quienes soportan sus opiniones en estudios que en teoría demuestran que existe un significativo diferencial de ingresos a favor de quienes cuentan con un grado académico superior respecto de aquellos que no lo tienen, es lógico pensar en una tendencia en la que a una mayor inversión en tiempo y dinero dedicado a los estudios, corresponderá un mayor dividendo en forma de salarios en el mercado de trabajo, y que este diferencial será lo suficientemente atractivo como para provocar las decisiones de emprender estudios superiores a personas que podrían desde ya incorporarse a trabajar con una formación media.

Esto es lo que dice la teoría, sin embargo son muchas las historias que contradicen este optimista punto de vista, en cada generación anual de egresados de las instituciones de educación superior, una gran proporción no logra los beneficios económicos asociados a la posesión de un título universitario.

Claro que hay excepciones, si esta situación fuera universal hace mucho que hubiera entrado en crisis el subsistema de educación superior, pero los que logran colocarse en posiciones bien remuneradas y que sean satisfactorias es un mínimo en comparación con todos aquellos que andan a la búsqueda de una posición casi de lo que sea. En éste como en otros muchos temas, tenemos que referirnos a información de otros países, ante la ausencia de datos suficientes y actualizados sobre la realidad mexicana.

El Centro para la productividad universitaria se abocó a determinar el tamaño del problema de la relación entre ingreso a las universidades en los Estados Unidos y las realidades del mercado laboral, encontrando de entrada que más o menos el 48% de los graduados universitarios en aquel país, se hallan desempeñando tareas que demandan una educación menor que la que poseen, es decir que se encuentran sobrecalificados para el trabajo que tienen, o como decimos aquí en México, están subempleados.

Un 11% de los graduados tienen empleos que requieren más habilidades que las que provee la preparatoria... pero menos que los que aporta la universidad, y el resto perfectamente podría realizarlos un bachiller, ¿le recuerda algo esta situación?, si acaso la diferencia con nuestro país es que nos hemos topado con muchos casos en los que la gente está tan desesperada por lograr una colocación remunerada, que de plano oculta que cuenta con estudios superiores a los que demanda la posición ofrecida, si lo duda dese una vuelta por las ferias de empleo que periódicamente se realizan en nuestra ciudad, el mexicano llegando a cierto nivel, se emplea "de lo que sea".

El estudio, que puede usted recuperar de http://centerforcollegeaffordability.org/research/studies/underemployment-of-college-graduates señala que la proporción de trabajadores sobre calificados se ha venido incrementando en las últimas décadas, detalla que hacia 1970, menos del 1% de quienes trabajaban como taxistas, y un 2% de quienes eran bomberos, tenían estudios universitarios, hoy en día, la proporción supera el 15% en ambas actividades, y la gente está tan necesitada de una remuneración, que las acepta.

Los autores del estudio comentan que ha sido un error tradicional partir de la comparación entre los ingresos promedio de personas con estudios superiores y aquellos con estudios medios, pues ambos no son equiparables, como tampoco son demostrativos de un éxito vocacional, y la sobreoferta de profesionales ha venido a afectar las remuneraciones a la baja.

El asunto es de urgente atención, tanta o más que la prestada al resto del sistema educativo, es un crimen que a la gente que tanto estudia y tanto espera de sus estudios, le aguarde un futuro sin oportunidades en una sociedad que no ha encontrado la manera de capitalizar todo lo que pueden aportar.

 Por: HORACIO CÁRDENAS ZARDONI *

* Facultad de Economía de la Universidad Autónoma de Coahuila

 

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