sábado, 2 de marzo de 2013

Desmienten a la neofrenología


En el siglo XVIII, la frenología postulaba que se podían determinar la personalidad, el carácter y las tendencias criminales de un individuo basándose en los rasgos físicos, como las dimensiones y forma del cráneo y las facciones. Pero si bien con el paso del tiempo estas nociones se creían superadas, un trabajo de Michael P. Haselhuhn y Elaine Wong, publicado en los Proceedings of the Royal Society en el 2011, sugiere que algunas de estas ideas siguen vivas.
Los autores sostienen que las personas con caras anchas en relación a la altura del rostro tienden a presentar comportamientos más agresivos, y proponen también que ese rasgo facial le dio al sexo masculino una ventaja reproductiva.
Los psicólogos Michael P. Haselhuhn de la Universidad de Pennsylvania y Elaine Wong de la Universidad de Milwaukee basaron su investigación en estudiantes y jugadores de hockey, a los que se les aplicó un cuestionario para saber qué tan frecuentemente hacían trampa, y después se les midió la relación entre la altura y la anchura de la cara a partir del índice facial conocido como fWHR; concluyeron que los hombres con caras anchas tienden a tener comportamientos poco éticos.
“Identificamos el sostén psicológico de la relación entre el métrico facial y la acción poco ética: la experiencia psicológica del poder. Los hombres con mayor fWHR facial se sintieron más poderosos, y este sentido de poder afectó su comportamiento ético”.
Pero estas variables, según Jorge Valdés, investigador del Laboratorio de Antropología Física de la Facultad de Medicina de la UNAM, son correlaciones espurias, que en estadística significa una situación en la que dos o más variables se cree que tienen relación, pero en realidad no es así, sólo son relaciones casuales.
El propósito de la investigación coordinada por Rolando González-José del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) en Argentina y Jorge Gómez Valdés es confrontar esa hipótesis bajo un fundamento evolutivo; para ello se valieron de 5,000 cráneos reunidos de gente peligrosa como cazadores de cabezas del Amazonas, reos de la penitenciaria de Lecumberri —organizados según el crimen que cometieron— y fueron comparados con los de gente que no cometió delitos; estos cráneos son muestras clasificadas de 94 poblaciones de todo el mundo, utilizadas para corroborar si hay relación entre la morfología de los huesos y la conducta cultural violenta.
En un artículo publicado en el 2013 por los científicos latinoamericanos en la revista PLoS ONE, los análisis se hicieron con tres tipos distintos de bases de datos; medidas obtenidas directamente de la cara, otras a través de fotografías en las que se fueron midiendo las distancias, recreándolas bidimensional y tridimensionalmente.
Después de un año de trabajo no se encontró correlación entre el índice facial y la conducta agresiva: “Lo que sugiere nuestro estudio es que el contexto social y cultural es mucho más determinante para explicar un comportamiento que lo genético”, dijo González-José.
También se pudo corroborar que no existe evidencia que permita verificar que los hombres de caras más anchas se han reproducido de manera más exitosa, pues no existe correlación entre el fitness —una medida para ver el éxito de reproducción de cada individuo— y el índice facial.
Las consecuencias de “aplicar esos falsos indicadores faciales podría llevar a una suerte de estigma negativo en cuestiones que van desde una entrevista laboral o el ingreso a la universidad hasta un juicio por un tribunal”, finalizó Claiton Bau, del departamento de genética de la Universidad Federal de Río Grande do Sul, Brasil.
(Con información de la Academia Mexicana de Ciencias)

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